El desconocido, en nuestra cartelera, director francés Bertrand Bonello (De la guerre, Tiresia) realiza un plástico ejercicio de dirección en ésta película, en la que nos muestra las vivencias, problemas, sensaciones, sueños y pesadillas de un grupo de mujeres que trabajan en un burdel de principios del siglo XX.

   Usando una narración partida, que pienso perjudica el conjunto de la película, pero que cumple su función en determinados momentos (como en el que una de las prostitutas es marcada para el resto de sus días), Bonello sabe rodearse de grandes actrices, entre las que destaca Hafsia Herzi (La fuente de las mujeres), para recrear el ambiente que se viviría en este tipo de locales de principios de siglo. A esto ayuda la excelente ambientación de manos de Alain Guffroy (Indochina, Chèri) y la preciosista fotografía de Josée Deshaies (Yuki & Nina).

   La película falla en su conjunto por un simplista guion (también obra de Bonello), que si bien describe, e indaga en los miedos y la personalidad de cada personaje de una manera bastante creíble, no profundiza más allá y se queda a medio camino entre una posible crítica social y un ejercicio de voyeurismo.

   Un director muy a tener en cuenta por como es capaz de plasmar determinadas secuencias y la forma en la que trata a los personajes que invaden su historia. Una oportunidad para abrir la mente y darle una oportunidad a otro tipo de cinematografía algo más elitista y sesuda de la que invade nuestras carteleras.

   Headhunters es un ejemplo de lo que debería ser el cine (de cualquier parte del mundo) y de lo que debería buscarse al hacer una película. Es un thriller magistral, con ritmo, con personalidad, con valentía, excesivo, imaginativo, recurrente, diferente… Es lo que siempre se busca y casi nunca se encuentra, una obra capaz de traspasar fronteras por muy europeísta que sea todo el conjunto. Es una película cojonuda.

   Dirigida por Morten Tyldum (hay que recuperar sus anteriores trabajos Amigos o Ángeles caídos, pese a que no creo que lleguen al nivel de ésta película) todo el metraje está impregnado por un cinismo y un sentido del humor negrísimo que hace que todo el exceso que recorre la historia (el accidente de coche por el acantilado) forme parte del adn de ésta producción noruega, que le da mil vueltas al thriller medio americano, y no desentone en ningún momento con la verosimilitud de la trama. Un MacGuffin dentro del propio MacGuffin.

   Prácticamente el peso entero de la película lo lleva el actor, director y escritor noruego Aksel Hennie (el cual se especula aparezca en la nueva entrega de Jungla de Crital, ¿quizá como el malo?). Hennie no sólo está creíble en el papel de mezquino, estafador, mentiroso y brillante cazatalentos, sino que demuestra una gran entereza para llevar a ese personaje (en principio triunfador) a los más oscuros y recónditos rincones de la desesperación y la decadencia. También aparecen en la película acompañando a Hennie el bastante más conocido Nikolaj Coster-Waldau (El reino de los cielos, Juego de tronos) y la desconocida, pero resultista, SynnØve Macody Lund.

   Obviamente para lograr el resultado que vemos en pantalla tiene que haber no sólo una buena dirección y unas creíbles interpretaciones, sino un guion adecuado. Lars Gudmestad (Amigos, Fatso) y Ulf Ryberg (versión noruega de la saga Millenium, serie Wallander) adaptan la novela de Jo NesbrØ, que imagino tendrá la esencia de la historia y la trama, pero que viendo los anteriores trabajos de los guionistas (sobretodo Fatso) no contará con ese humor negro y ácido que puebla la película.

   Una excelente película que te anima a seguir teniendo fe en esto tan increíble que es el extraño de ritual de sentarse en una sala de cine, esperar que se apaguen las luces y comenzar a soñar.
 

   El guionista John Wagner, el dibujante español Carlos Ezquerra y con ayuda de Pats Mills lograron sacar adelante “Juez Dredd”, una serie de historietas de ciencia ficción publicadas en la revista británica “2000 AD” donde gracias a la línea y color se nos mostraba en futuro en donde las principales ciudades, rodeadas de enormes muros de hormigón, se han visto infectadas de delincuencia a raíz del surgir de múltiples bandas. La única cura para mantener la ley es la creación de los llamados “jueces”, una mezcla entre policía, verdugo y juez. En 1995 fue adaptado al cine colocando a Silvestre Stallone (Rambo, Los Mercenarios) como reclamo de cartel y unos vistosos 90 millones de presupuesto. Pero una doble nominación para Stallone ese año al peor actor (Asesinos y Dredd), unos escasos beneficios y la avalancha de críticas con respecto a la calidad de la adaptación provocó que los productores dejasen enfriar el tema hasta ahora, en donde se intenta dar borrón y cuenta nueva e intentar sanar la heridas que la cinta del tito “Sly” provocaron.

   Tal vez en el comic no pase pero tras ver la original y ahora esta versión salgo con la sensación de que el personaje del que recibe el título la película es muy poco cinematográfico. Es un personaje excesivamente plano, apenas tiene matices y sólo se puede sostener por las líneas de dialogo que le han colocado. El guionista Alex Garland (28 Días Después, La Playa) parece haberse dado cuenta de ello y de manera inteligente construye una historia muy sencilla para un personaje muy sencillo y la cosa realmente funciona. Una historia que transcurre en su mayoría en una única localización convirtiendo al personaje de Dredd en un macguffin para contar la clásica historia del gato y ratón.

   Pete Travis (En el punto de mira, Omagh) junto al ganador del Oscar Anthony Dod Mantle (Slumdog Millionaire, El Último Rey de Escocia) ruedan en Sudáfrica para, al igual que ya hizo Christopher Nolan (Memento, Insomnio) en su trilogía de Batman, intentar dotar a la cinta de un alo realista, más cerca de Mad Max en su diseño de producción que aquella ciudad con reminiscencias a Metrópolis que nos mostraba Danny Cannon. Cromas y taxis voladores son sustituidos por viejas camionetas polvorientas.

   Interpretar a Eomer en “El Señor de los Anillos” fue lo que hizo que ahora podamos estar hablando del australiano Karl Urban como el nuevo “Juez Dredd”. Dentro de las limitaciones, muy correcto en su papel en donde se opta, también de manera acertada, en apoyar su interpretación en la voz vs el gesto. Lena Headay (300, Las Crónicas de Sarah Connor) como la villana de la función tiene presencia. Para dar de comer aparte esta Olivia Thirlby (Juno, Sin Compromiso) que si ya demostró en su anterior trabajo “La Hora más Oscura” sus más que evidentes carencias para el género, esta vez se suma la triste justificación de su personaje y como resuelve ciertas situaciones que son bastante irrisorias.

   Por último mencionar el tratamiento de la violencia que se opta por dar a gran parte del metraje. Un violencia basada en ralentizaciones elevadas al cubo, en su mayoría francamente impresionantes, no tanto por el recurso visual que se ha podido ver en otros títulos (John Woo hasta Zack Zinder) como por tener a Mantle detrás de dichas escenas. Hipnóticas, brutales y rozando lo poético

   P.D: En el pase de prensa tuvimos la oportunidad de ver los 10 primeros minutos en 3D, el resto en 2D. De lo que vi, opto por la segunda opción.

   Los hermanos Farrelly (Algo pasa con Mery, Vaya par de idiotas) dan otra vuelta de turca a su peculiar forma de entender el humor, logrando en ésta ocasión un agradable homenaje a los cómicos de primeros de siglo (centrándose en el obvio trio protagonista), con detalles de Los hermanos Marx, Harold Lloyd o Chaplin.

   Los Farrelly logran un ejercicio de hipersurrealismo cómico, en el que lo que menos importa es la historia, lo que se cuenta o como lo cuentan. Lo importante son los gags, los sonidos, las caras….y los horribles peinados de Los Tres chiflados. Los protagonistas están interpretados, adecuadamente, por los televisivos Sean Hayes (Ahora o nunca, Rockefeller plaza), Will Sasso (Las chorradas de mi padre, Cómo conocí a vuestra madre) y Chris Diamantopoulos (24, Los Kennedy), además cuentan con con papeles secundarios Jane Lynch (Glee), Jennifer Hudson (Dreamgirls) y Sofía Vergara (Modern Family).

   Pero la película no va más allá de ser un surrealista homenaje al maravilloso arte de hacer reír que si bien caerá en el vacío de la mayoría de público, hará sonreír y recordar la infancia a los más ancianos o aficionados al cine.